Angel Vivas
(época, 29 abril 2021), Entrevista.
"Soy un surrealista que ha sentado la cabeza"
Cuando este número esté en la calle, Francisco Umbral se estará preparando para leer su discurso de recepción del premio Cervantes. La entrega del premio coincide con la aparición de su último libro, Un ser de lejanías (Planeta), en el que vuelve al diario, pero esta vez más personal, más introvertido, con menos presencia de los otros y menos vida social, aunque tampoco falte alguna que otra cena. El libro está entre los mejores de los suyos, lo que en el caso de Umbral es mucho decir. Quizá porque, como él mismo explica, tiene algo de despedida.
-A estas alturas de la vida ¿qué le supone el Cervantes?
-Una cierta satisfacción de todo tipo: literaria, social, profesional, ante todo; y un poco de optimismo que, en estos momentos, me es necesario.
- ¿Cómo es eso?
-Porque todos tenemos alternancias, y ahora estoy en un momento bajo, creo que se nota en el libro. Ese estado, teniendo en cuenta que el libro lleva un tiempo escrito, persiste, es un pesimismo que, de jóvenes, llamábamos existencial. Así que estas cosas animan un poco, y obligan a salir, a moverse.
-Es verdad que algo se nota, pero también se ve una gran serenidad.
-Es que uno se va convirtiendo en un clásico, sin querer. Y esa serenidad, un pedante la llamaría clasicismo, el dar el dolor, o la muerte, con serenidad.
-Cuéntenos algo de su discurso del próximo día 23.
-Tiene una primera parte más narrativa, más viva, sobre los tres, Don Quijote, Sancho y Cervantes; porque, cuando yo leo el Quijote, más que a Don Quijote, yo leo a Cervantes. Don Quijote es una invención literaria muy buena, pero yo veo al hombre, a Cervantes, trabajando. El discurso glosa al Quijote y a Sancho, pero creo que la fusión de los dos nos da a Cervantes, que es lo que a mí me interesa del asunto. Sobre Cervantes no he escrito mucho, pero ha llegado el momento de escribir sobre él.
-Es que usted será más de Quevedo.
-Bueno, más de Quevedo, como de la familia. Pero Quevedo no tiene una novela como el Quijote, y eso para un escritor, aunque sea tan grande como Quevedo, es grave. La prueba es que no tiene en el mundo la difusión de Cervantes.
-El libro que acaba de sacar es más intimista que otros de este estilo.
-Ahora tiran más de mí los diarios y las memorias que las novelas. Entonces se me ocurren diarios uno tras otro. El anterior, Madrid, tribu urbana, era un libro abierto a los demás, a la gente. En cambio, en éste sólo hablo de mí. Este, si tuviera algún parentesco en mi obra, sería con Mortal y rosa.
-Alguna vez escribió que el riesgo de los diarios es que se conviertan en una sucesión de partes meteorológicos.
-Bueno, porque para mí tiene gran atractivo, gran sugestión, el tiempo que hace. Si es invierno y hace mal tiempo, me deprime mucho; en cambio, esta primavera asentada que estamos teniendo me da optimismo. Entonces, no puedo evitar hacer la glosa del tiempo. Pero, claro, hay que tener cuidado porque acabas haciendo meteorología. Pero yo he llegado a la conclusión de que el Tiempo, con mayúscula, es el tiempo climatológico, no hay otro Tiempo que el clima. Por mucho que se haya espiritualizado o sometido a metafísica, no hay más Tiempo que éste, el buen tiempo y el mal tiempo, el clima. Es decir, el Tiempo no tiene otra forma de expresarse que, por el tiempo meteorológico, aunque parezca muy humilde.
-El libro, si me permite el elogio, me parece muy bueno. ¿Escribe mejor cuando no hay un tema y hace pura literatura?
-Es que yo, a estas alturas de la vida, me siento más atraído por escribir de lo que me rodea, sea este entorno doméstico, familiar, sea la vida social; ahondar en las cosas me atrae más que escribir una novela. La novela, a veces, la encuentro un género un poco pueril, igual que su derivado moderno, el cine. El otro día vi, por seguir a mi amigo Garci, la película de Fritz Lang, Deseos humanos, ese cine negro de los cincuenta que es mi nostalgia; bueno, pues vista hoy, esta película es de una realización bellísima, con un blanco y negro muy seco, muy duro, pero es un folletín, es el folletín de Zola, que es el origen de la película, un folletín indeseable, con Glen Ford haciendo de héroe, el héroe de Corea, porque entonces los americanos no criticaban sus guerras, sino que exaltan al héroe de Corea; me parece todo una coña.
-El tema del libro sería, como se dice en él, pillar al tiempo por sorpresa.
-Sí, eso me encanta, llegar a casa a la una o las dos de la noche y ver el jardín solo, con las farolas, es otro jardín; y la casa a oscuras en la que enciendes una luz y es como si despertara y ya es otra casa; es pillar las cosas por sorpresa, cuando duermen, cuando están desprevenidas.
-En cuanto a la tristeza que recorre el libro, hay bastante escepticismo en cuanto al éxito y la vida pública, llega a decir que el éxito está vacío.
-Sí, el éxito está vacío. García Márquez dijo una cosa del Nobel, y es que sólo sirve para quitarse de encima la obsesión del Nobel. Pasa igual con el éxito en todos sus grados. Yo agradezco mucho el Cervantes a todo el mundo; al ministerio, que pone la pasta; al Rey, que va a entregármelo en Alcalá. Pero, en el fondo, el Cervantes sirve para olvidarse de él, para no decir "éste tiene el Cervantes y yo no".
-De ahí que haya escrito: "no soy un triunfador, sino un vendedor de metáforas que tiene parroquia"
-Sí, eso es verdad. Hay una degradación del éxito que es cierta, que la siento. Lo que sueñas en la adolescencia, cuando se cumple, se produce un desajuste con la realidad, parece que es mentira y se produce la ironía. Todo lo que te fascinaba cuando eras joven en provincias, eso ocurre, acaba llegando.
-Lo de las metáforas me lleva a preguntarle por algo que no suele salir mucho en sus entrevistas, que es la influencia del surrealismo en su escritura.
-Esa influencia es notable, lo leeré toda mi vida, hasta la muerte; sobre todo, a los franceses y los españoles. La portada del libro ya es surrealista, es un Magritte, al que adoro, como a casi todos los pintores y los escritores surrealistas. Para mí el surrealismo es importantísimo, quizá lo más importante que ha dado el siglo XX en la cultura. Lo que pasa es que yo soy un surrealista que ha sentado la cabeza, creo que mis metáforas se entienden.
-Se lo decía por esa definición que da de la metáfora como el encuentro inesperado de dos cosas que copulan sin conocerse, que recuerda al famoso encuentro del paraguas y la máquina de coser sobre la mesa de operaciones.
-André Breton dice que cuanto más distantes estén los dos objetos, más fuerte será la imagen lograda, el fogonazo surrealista. Comparar una rosa con una herida no tiene fuerza; pero decir "oh, amada, tus hombros de champán" es una audacia, el champán se refiere al vestido de encaje de la mujer, pero alejas los dos objetos; ése es el secreto, el resorte de la metáfora.
-Llega a decir que éste es casi un libro de poemas, y es verdad que hay algunas páginas que son poemas ortodoxos en cuanto a la métrica.
-Me gusta toda forma de poesía. Uso el verso blanco pero muy medido, no sólo correctamente medido, sino bellamente medido. Tengo columnas enteras escritas así, pero un libro de poemas no es tan gordo como éste. Aquí también hay mucha prosa; cuando llevo a la gata al veterinario o la máquina de escribir a arreglar, eso está contado totalmente en prosa. Hay momentos del libro en que se cae, se condesciende, que diría Borges, al realismo más absoluto. En Un ser de lejanías he querido hacer dos cosas: un libro de postrimerías, despedirme de las cosas, por si acaso, no digo que sea el último, pero a lo mejor sí. Y, por otra parte, frente a la literatura actual, que está tan mal escrita, aparte de cuatro santones como Cela, Delibes, Marsé, Vázquez Montalbán y algún otro, he querido que fuera un desafío, he escrito al más alto nivel de exigencia literaria.
-Aparte de esos fragmentos y esas columnas ¿nunca escribió poesía?
-Sí, pero luego la rompía. Mis poetas eran Juan Ramón, Neruda, Vicente Aleixandre, José Hierro. Los leía a todos; el surrealismo de Cernuda, que luego él maldecía. Son amores diferentes; a mí no me apetece publicar poesía, pero en mi prosa creo que hay mucha poesía.
-En lo de romper los poemas se parece usted al presidente del gobierno.
-Seguro que su poesía es peor que la mía.
- ¿Cómo se las ingenia usted para tener amigos en todas partes?
-Amigos y enemigos, hay gente que me maltrata.
-Pero tiene un montón de amigos en la derecha, habiendo sido siempre de izquierdas.
-Y lo sigo siendo; lo que pasa es que ahora no hay izquierda en Europa. Creo que mucha de esa gente de derechas acude buscando al rojo, enseñan al rojo como al último ciervo que han cazado, incluidos los cuernos. A veces me siento sorprendido por invitaciones de gente que no podía sospechar.
(Hace un día espléndido, con una temperatura más propia de junio que de abril. Pero Umbral lleva toda la entrevista arrebujado en su albornoz, componiendo la imagen de friolero irreductible que se espera de él; incluso en un momento se levanta para coger un abrigo y echárselo sobre los hombros. Cuesta trabajo creer que no sea una pose, un gesto para la galería).
- ¿De verdad es tan friolero?
-Sí, sí, de verdad.
- ¿Pues cómo resistió en Valladolid?
-En Valladolid porque era muy joven, y de joven se aguanta todo..