Artículos Francisco Umbral

Félix Grande, depurado


El entonces joven poeta Félix Grande, 1961, entraba como redactor o colaborador en la revista Cuadernos Hispanoamericanos, ya con un prestigio naciente, incipiente, de chico listo y muy leído, de intelectual del pueblo, de cabrero lírico con buena mano para el verso y para la prosa. Poco después ganaba el premio de poesía «Casa de las Américas», de La Habana, cuando la reciente revolución, por su hermoso libro Blanco Spirituals. ¿Ha sido aquel premio remoto, castrista, y sus consiguientes declaraciones, «soy marxista condicional», lo que ha traído la depuración de Félix Grande? Porque Félix ha sido depurado por procedimientos gamados, tal que ayer. Era director de Cuadernos (donde entró casi de botones, reclamado por Luis Rosales) desde hace muchos años, y había conseguido hacer efectivamente una de las primeras revistas de/para América Latina a partir de lo que nació como un libelo imperialista del franquismo, en los 40/50. Las grandes firmas de América (y obviamente las de España) de Cortázar a Onetti (la lista sería grandiosa y abrumadora) han estado presentes en Cuadernos gracias a Félix, quien, con infinita paciencia y minucia, consiguió levantar una ermita literaria de la América insurgente, revolté, vanguardista y combatiente, en el seno mismo de una institución que respondía al mero expansionismo historicista de los liberalfranquistas. A lo mejor es esto lo que no se le perdona a Félix, el socialista de El Socialista, su «traición» a la causa, que ahora vuelve, pues que entre los valientes cachorros de la derechona, siempre con la copa del triunfo en la mano, hay gente muy leída y perspicaces bucaneros que llevan nota subacuática de quién es cada uno. La manera de despedir a Félix ha sido abrupta, humillante, muda, vergonzosa, mañanera, y a lo que más se parece, ya digo, en el estilo y la navaja, es a una depuración del viejo fascismo español. Lo cual que vuelven. Las mejores firmas de España y América levantan ya su alambrada caligráfica de firmas (adjunto la mía) en defensa de Félix Grande, el lírico incesante y el intelectual callado y laborador que hizo su vida de Cuadernos, en Cuadernos, el cuaderno de su vida. Su callada hazaña por la libertad y la verdadera equidad, a través de distancias muy comunicativas, es lo que ahora no se le perdona, pero ahí está la gente de muchos países dispuesta a denunciar el penúltimo auto sacramental de la nueva/vieja inquisición castiza. Anda una fuerte depuración de intelectuales desde que cambiamos de régimen, y la cosa arrecia a medida que los nuevos van teniendo más práctica y saben cómo apretar las palomillas del garrote vil sin que el reo se entere demasiado. Se lo hacen suave y casi indoloro, son unos manos. He hablado ayer con Félix Grande, voy quizá a volver a hablar hoy. Le encuentro entero, tremolado, beligerante, generoso hasta para pedir, conmovido y conmovedor en el recibir, y con un ratimago de chulería final que me alegra y conforta, pues que un intelectual no es nada, frente a las procelas de la política, sin su firma de cinismo. La cosa queda como dato de que en el Flandes madrileño se ha puesto el sol de la democracia. Hay sustos cada día. Y tú, Félix, viejo tron, tío, con tu labor cumplida y tu San Marcos a punto. Te llevaremos prosa, versos y bocadillos. La Paca, que no decaiga.

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