Artículos Francisco Umbral

Las tres cultural


DENTRO del episcopazo o informe/Suquía sobre/contra el Gobierno (y de paso contra los particulares que sin ser compromisarios/PSOE tampoco vamos a misa), el inquisidor, este Savonarola del Opus, acierta en cosas que son obvias, se asegunda en otras que son de catequesis y, finalmente, se contradice en rúbricas como el «dirigismo cultural», que lo ha sido por antonomasia (joder qué palabra, cómo me estropea el estilo) el de la Iglesia.

Los nacionales hemos sobrevivido siempre (ser español es sobrevivir) entre los tres tristes tigres de las tres culturas dominantes: la religiosa, la política y la Cultura mayúscula de los que, como decía Franco , «son ilustres porque se lo llaman a sí mismos». El archiarzobispal tampoco acierta, siendo tan fino/ladino, cuando les echa la culpa de todo a los socialistas: los nacionales hemos pasado por la izquierda a la Iglesia, al tardofranquismo y a los ancianos de la tribudesde hace treinta años, cuando la década prodigiosa. Y las nacionales rompieron a fornifollar y se autodeterminaron en la cama gracias a la neogynona, no a los socialistas, que cuando entonces no eran ni siquiera un futurible. (Hay una curiosa tendencia colectiva a atribuir al PSOE todo lo malo y lo bueno de este país, desde doña Urraca a nuestros días, saltándose incluso el cuarentañismo: hasta Suquía cae en eso). Las nacionales, digo/decía, iban a abortar a Londres (y de paso a choricear unos leotardos en Harrow's) mucho antes de Felipe, como se iban de asistentas a París, donde aprendieron un poco de francés y muchas posturas nuevas.

Suquía les afea ahora a los socialistas el «dirigismo cultural», y tiene razón, sólo que era el menos llamado. Dice que ni el Estado ni los poderes deben imponer una forma de entender al hombre y su destino. Esto es lo que ha hecho la Iglesia durante siglos, mediante inquisiciones, hogueras y otras mañas, y pretende seguir haciéndolo ahora, sólo que España ya no da mártires para el Japón ni beatos para el martirologio, que Wojtyla tiene que rebuscarlos entre los frailes muertos en la Cruzada que ellos mismos bendijeron. O sea. Se asegunda nuestro Savonarola de raso y opus en que ni el Estado ni los partidos pueden implantar una concepción del hombre mediante la presión. Esto es la más lúcida y extensa descripción de la Iglesia que habíamos leído nunca.

Suquía quiso definir esta sociedad laica, agnóstica, atea y un poco cachonda, pero le ha salido una descripción puntual (me gusta la palabra, aunque la rechace maestro Lázaro Carreter) del nacionalcatolicismo. Parece que «todo dirigismo cultural vulnera el bien común de la sociedad y socava las bases de un Estado de Derecho». Razón que le sobra al obispillo, sólo que el dirigismo cultural/ético de los nacionales viene siendo tripartito, según la tesis de esta columna (toda columna necesita una tesis, a ver si lo aprende tanto columnista invertebrado): Iglesia, Estado, Cultura de los secularmente cultos. Entre estas tres presiones, bajo estos tres sermones y moradas nos hemos educado muchas generaciones de nacionales, de modo que no hay cena de la jet donde no te encuentres un seminarista visceral, un dictador potencial o un pedantón oficial.

Cuando Américo Castro habló de la España de las tres culturas se refería a judíos, moros y cristianos. Bueno, pues ahora es lo mismo: judeocristiana es la Iglesia, cristianos se llaman los católicos (siendo todo lo contrario) y moros son Felipe y Alfonso Guerra.

El español ha aguantado siglos amenazado por el judeocristianismo, amonestado por el nacionalcatolicismo y guerreado por la morisma. De estas tres culturas opresivas, obituarias y belicosas estamos principiando a liberamos ahora, mediante el diu y los idiomas. Y es cuando sale Suquía.

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